Me siento bien, quiero creer.
En cuatro años han pasado Grenoble, Barcelona, Guanajuato,
Monterrey y DF para finalmente llegar a Colima.
Es verdad que uno se acostumbra muy rápido al ritmo de cada ciudad a la
que va. Viniendo del DF, todavía estoy acostumbrado a creer que los
minutos importan muchísimo. Una hora dividida en tercios puede servir para
hacer las llamadas pendientes, ir al banco y terminar llevando tu ropa a la
lavandería. Aquí, aún existe la siesta antes de volver a la oficina( ya tuve una
cercana a las dos horas).
Trato de hacer memoria de cómo me sentía recién llegando a cada
uno de los nuevos hogares. Razono que
han sido en etapas distintas pero aún así no logro meterme en lo que
sentía. Ahora mismo me siento
contento. Vine a esta cuidad buscando
bajarle de huevos y ponerme a trabajar y a hacer ejercicio; lo que realmente
quise después de Grenoble: llegar a un
lugar sin que nadie me conozca. Curioso,
conozco a un putero de colimenses pero ninguno de ellos vive aquí.
Por lo pronto ahí va la cosa.
Todavía choco con las paredes en mi propia casa si la luz está
apagada. Aún tengo un par de cajas
cerradas pero yo ya me siento en casa.
Hoy vuelvo a abrir esta caja después de más de dos años. En
caliente, sin releer lo que aquí hay. No
me espanto, sigo siendo el mismo.
R.